¡¡ Hola gente !!
Disculpad estos
cuatro días de sequía bloggeril, hemos estado celebrando los primeros días de
vacaciones, pero ya estamos de vuelta y prometemos volver a publicar con más
regularidad.
Hoy vengo con una
nueva entrada de "Corazón
de tinta", la sección en la que Alice y yo publicamos nuestros
pequeños textos, historias, reflexiones, etc. ya que en el futuro seremos grandes escritoras de éxito seguiremos escribiendo en nuestros
cuadernos ultra secretos.
Espero que os guste:
Perfección
Por fin llegó el día. Sabrina respiró
hondo y se adentró entre los muros de la Galería de la Academia. Las salas del
museo, del mismo modo que las calles florentinas que dejaba atrás, estaban tan
repletas de gente que de no haberse sentido henchida de emoción, se hubiera
ahogado entre la multitud. Pero allí estaba. Se apresuró a través de la sala de
Bolonia, y después entre los prisioneros
sin acabar hasta desembocar allí adónde todos los demás se dirigían. Con
desesperante lentitud se fue aproximando poco a poco a su destino. Por fin, por
fin, por fin. Allí lo tenía, justo delante de ella. Su figura hercúlea se
erigía imponente en sus más de cinco metros de altura y contemplaba el
horizonte desde su pose arrogante y descuidada, con la mirada vacía, pero viva
al mismo tiempo. Incluso desde su corta estatura, Sabrina pudo captar la
intensidad de sus ojos antiguos. Nunca la olvidaría.
Diez años más tarde ahí está,
contemplándola de nuevo. O eso creyó. Porque de pronto la escultura se mueve.
Los delicados rasgos cobran vida, los brazos despiertan y el torso se estira.
El suave mármol blanco se torna del color dorado del sol y su estatura mengua
hasta medir poco más que ella. Sabrina se ve obligada a parpadear y recordarse
a sí misma donde se encuentra. A muchos miles de kilómetros de la inmortal
Florencia, en una conferencia que debe cubrir para el periódico local,
observando atentamente al hombre que acaba de hacer su aparición. No, no es el David, es un hombre de carne y hueso
a pesar de su apariencia irreal.
Sabrina vuelve a centrar su mirada en él,
y una vez más se ve abrumada por la visión de la gran obra de Miguel Ángel. No
puede creerse el increíble parecido entre ambas figuras. El hombre, ajeno a su
escrutinio, se dirige hacia su asiento en la gran mesa que preside el
escenario, esperando a ser presentado. Cada gesto y cada movimiento parecen
descuidados, casuales. La clase de indiferencia que se tiene meticulosamente
estudiada, repasada ante el espejo una y otra vez hasta asegurarse de que la
actitud es perfecta, que lo hace parecer tan interesante como seguramente sea.
Sabrina no cree haber visto jamás a nadie que sea capaz de adoptar una postura
casi repantigada sobre el sillón al mismo tiempo que sostiene un bolígrafo
entre los dientes y seguir siendo dolorosamente arrebatador. Sus ojos, que aun
le envían destellos de la centenaria figura griega, apenas pueden creer lo que
ven; sus oídos no dan crédito a la melodía que perciben, cuando el hombre se
levanta confiado y se dirige al estrado, acerca sus labios sugerentes al
micrófono y comienza a hablar.
¿Qué se dijo en aquella conferencia? Ella
nunca lo sabría. Desde el momento mismo en que la voz del hombre se alza por
encima de los aplausos de bienvenida, Sabrina no puede prestar atención a nada
más que al tono aterciopelado de esa dulce melodía. Suena seguro, firme y
sugestivo. Habría creído cada palabra de su discurso de haber estado prestando
atención a este detalle. En algún momento incierto de la conferencia, él la mira,
y su corazón da un brinco. Lo hace como de pasada, mientras dirige su mirada a
través del público para captar su atención y asegurarse de que se los está
ganando, como no puede ser de otra manera. Pero antes de que su corazón tenga
tiempo de latir por segunda vez él vuelve a mirarla. Una antigua manía, fruto
de las crisis de pánico de su infancia, sale a la luz durante esta segunda
mirada: empezó a contar los segundos. Él la mira directamente a los ojos,
deteniéndose en ella a propósito durante diez eternos y maravillosos segundos
en los que Sabrina seguramente contiene la respiración.
Y eso fue todo. Esos fueron sus dos
encuentros con la perfección, con la plena representación de la belleza. Tras
la sumamente infructuosa conferencia, sabrina se marcha aturdida y asustada al
mismo tiempo. Al cabo de los días consigue olvidarlo y su vida vuelve a la
normalidad.
Aunque a veces, esos ojos la persiguen en
sueños. La misma expresión perdida, ligeramente arrogante y ligeramente vacía.
Se pregunta entonces, al igual que lo hizo diez años antes con la imponente
escultura, qué historia se esconderá tras esos ojos misteriosos.
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Aprovecho esta entrada también para agradecer a los
blogs Big Worlds in Books y Montañas de libros su nominación a los premios Liebster y Dardos. Como hemos
recibido una nominación a esos mismos premios, os dejamos el enlace a la entrada que hicimos con
ello y todos los que quieran pueden coger mis preguntas de ahí y llevárselas a
su blog :)
Felicidades por los premios^^
ResponderEliminarbesos
¡Gracias!
EliminarFelicidades por ambos premios, os los merecéis :) Un beso enorme
ResponderEliminar¡Muchas gracias, eres un sol!
Eliminar¡Me ha encantado el texto! De verdad, me ha parecido genial la forma en la que escribís, la historia y cómo os expresáis :)
ResponderEliminar¡Enhorabuena por los premios! Un beso :3
Me alegra muchísimo que te haya gustado!
EliminarUn beso :)