sábado, 12 de abril de 2014

Corazón de tinta (III) + Premios

¡¡ Hola gente !!
           
Disculpad estos cuatro días de sequía bloggeril, hemos estado celebrando los primeros días de vacaciones, pero ya estamos de vuelta y prometemos volver a publicar con más regularidad.


Hoy vengo con una nueva entrada de "Corazón de tinta", la sección en la que Alice y yo publicamos nuestros pequeños textos, historias, reflexiones, etc. ya que en el futuro seremos grandes escritoras de éxito seguiremos escribiendo en nuestros cuadernos ultra secretos.

Espero que os guste:

Perfección

Por fin llegó el día. Sabrina respiró hondo y se adentró entre los muros de la Galería de la Academia. Las salas del museo, del mismo modo que las calles florentinas que dejaba atrás, estaban tan repletas de gente que de no haberse sentido henchida de emoción, se hubiera ahogado entre la multitud. Pero allí estaba. Se apresuró a través de la sala de Bolonia, y después entre los prisioneros sin acabar hasta desembocar allí adónde todos los demás se dirigían. Con desesperante lentitud se fue aproximando poco a poco a su destino. Por fin, por fin, por fin. Allí lo tenía, justo delante de ella. Su figura hercúlea se erigía imponente en sus más de cinco metros de altura y contemplaba el horizonte desde su pose arrogante y descuidada, con la mirada vacía, pero viva al mismo tiempo. Incluso desde su corta estatura, Sabrina pudo captar la intensidad de sus ojos antiguos. Nunca la olvidaría.

Diez años más tarde ahí está, contemplándola de nuevo. O eso creyó. Porque de pronto la escultura se mueve. Los delicados rasgos cobran vida, los brazos despiertan y el torso se estira. El suave mármol blanco se torna del color dorado del sol y su estatura mengua hasta medir poco más que ella. Sabrina se ve obligada a parpadear y recordarse a sí misma donde se encuentra. A muchos miles de kilómetros de la inmortal Florencia, en una conferencia que debe cubrir para el periódico local, observando atentamente al hombre que acaba de hacer su aparición. No, no es el David, es un hombre de carne y hueso a pesar de su apariencia irreal.

Sabrina vuelve a centrar su mirada en él, y una vez más se ve abrumada por la visión de la gran obra de Miguel Ángel. No puede creerse el increíble parecido entre ambas figuras. El hombre, ajeno a su escrutinio, se dirige hacia su asiento en la gran mesa que preside el escenario, esperando a ser presentado. Cada gesto y cada movimiento parecen descuidados, casuales. La clase de indiferencia que se tiene meticulosamente estudiada, repasada ante el espejo una y otra vez hasta asegurarse de que la actitud es perfecta, que lo hace parecer tan interesante como seguramente sea. Sabrina no cree haber visto jamás a nadie que sea capaz de adoptar una postura casi repantigada sobre el sillón al mismo tiempo que sostiene un bolígrafo entre los dientes y seguir siendo dolorosamente arrebatador. Sus ojos, que aun le envían destellos de la centenaria figura griega, apenas pueden creer lo que ven; sus oídos no dan crédito a la melodía que perciben, cuando el hombre se levanta confiado y se dirige al estrado, acerca sus labios sugerentes al micrófono y comienza a hablar.

¿Qué se dijo en aquella conferencia? Ella nunca lo sabría. Desde el momento mismo en que la voz del hombre se alza por encima de los aplausos de bienvenida, Sabrina no puede prestar atención a nada más que al tono aterciopelado de esa dulce melodía. Suena seguro, firme y sugestivo. Habría creído cada palabra de su discurso de haber estado prestando atención a este detalle. En algún momento incierto de la conferencia, él la mira, y su corazón da un brinco. Lo hace como de pasada, mientras dirige su mirada a través del público para captar su atención y asegurarse de que se los está ganando, como no puede ser de otra manera. Pero antes de que su corazón tenga tiempo de latir por segunda vez él vuelve a mirarla. Una antigua manía, fruto de las crisis de pánico de su infancia, sale a la luz durante esta segunda mirada: empezó a contar los segundos. Él la mira directamente a los ojos, deteniéndose en ella a propósito durante diez eternos y maravillosos segundos en los que Sabrina seguramente contiene la respiración.

Y eso fue todo. Esos fueron sus dos encuentros con la perfección, con la plena representación de la belleza. Tras la sumamente infructuosa conferencia, sabrina se marcha aturdida y asustada al mismo tiempo. Al cabo de los días consigue olvidarlo y su vida vuelve a la normalidad.

Aunque a veces, esos ojos la persiguen en sueños. La misma expresión perdida, ligeramente arrogante y ligeramente vacía. Se pregunta entonces, al igual que lo hizo diez años antes con la imponente escultura, qué historia se esconderá tras esos ojos misteriosos.


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Aprovecho esta entrada también para agradecer a los blogs Big Worlds in Books y Montañas de libros su nominación a los premios Liebster y Dardos. Como hemos recibido una nominación a esos mismos premios, os dejamos el enlace a la entrada que hicimos con ello y todos los que quieran pueden coger mis preguntas de ahí y llevárselas a su blog :)



6 comentarios:

  1. Felicidades por ambos premios, os los merecéis :) Un beso enorme

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  2. ¡Me ha encantado el texto! De verdad, me ha parecido genial la forma en la que escribís, la historia y cómo os expresáis :)
    ¡Enhorabuena por los premios! Un beso :3

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